ANSELMOOO!! ¡¡ANSELMOOOOO!! gritaban muy muy fuerte y con mucha ilusión, una excursión de niños y niñas por la montaña.
Leonel y Mario, dos pequeños niños que iban con ellos, escucharon las fuertes voces, se miraron y sonrieron. Mario le preguntó a Leonel quién era Anselmo, y Leonel le dijo que no lo sabía pero que podían preguntarle a su hermana mayor Alba que estaba allí.
Mientras los tres paseaban entre árboles y arbustos, y con el ruido del río de fondo, Alba les contó la historia, que también le habían contado a ella de pequeña, de “Anselmo el Gnomo”:
Hace un tiempecito no muy lejano, cuando Anselmo el Gnomo era pequeñito, lo que más le gustaba era ir de excursión con su familia y amigos, por los bosques y montañas, playas, mares y ríos.
Era el mejor día, porque podía disfrutar, descubrir, investigar, observar, jugar, saltar, nadar… era un amante de la naturaleza. Su lugar favorito era una montaña cerca de su aldea llamada “Ventreque”.
Un día, junto con sus amigos y amigas, descubrieron una cueva escondida. La llamaron “La cueva mágica” porque sólo ellos la podían visitar. Nadie más la había podido encontrar porque estaba muy escondida y de difícil acceso. Allí pasaban largas horas contando historias, comiendo, e incluso algunas veces se quedaban a dormir.
Se me ha olvidado contaros -dijo Alba a Mario y Leonel- que Anselmo y su familia pertenecían a una familia de gnomos llamada “Los Gnomos Viajeros”. Este grupo de gnomos son poseedores de un objeto mágico que les permite teletransportarse en un ¡Plis Plas! a cualquier sitio del mundo.
Ese Objeto Mágico lo habían utilizado los abuelos, bisabuelos y antepasados de Anselmo para transportarse a muchos lugares, y adquirir cientos de conocimientos, como por ejemplo, la recogida de los piñones de los hermosos pinos de Klodzko en Polonia, cómo construían los duendes sus casas en los gigantes árboles de la isla de Okinawa en Japón, o cómo se hacía un rico puchero de hinojos en las Alpujarras del sur de España.
Todo el saber lo recogían de sus viajes.
Anselmo con el tiempo fue creciendo, y comenzó a trabajar con su madre y su padre en la recolección de piñas para calentar las casas, y en extraer sus piñones para comer.
Cada día tenía más trabajo y trabajo pues cada vez había más gnomos en su aldea, y poco a poco tuvo que dejar de ir de excursión.
Con el tiempo se olvidó de lo mucho que le gustaba la naturaleza. Pero al cabo de los años comenzó a sentirse triste y entonces empezó a recordar sus excursiones, sus montañas, sus ríos y de lo bien que lo pasaba con sus amigos en su cueva de la montaña Ventreque.
Un día decidió volver a subir a la cueva para recordar viejos tiempos y alegrarse un poco, pero al llegar descubrió que la montaña la habían convertido en una cantera. ¡Ya no podía encontrar su cueva!.
Se quedó chafado cuando vió como cogían la tierra de la montaña para convertirla en cemento y hacer casas. Lo de vivir en los árboles había pasado de moda.
En todo este tiempo sin hacer excursiones ni visitar su cueva, el mundo había cambiado, habían destruido muchas montañas para hacer carreteras, construido casas en la playa, muchos ríos se vestían de suciedad…
Anselmo se enfadó mucho mucho y lloro y lloro, ya no quería estar en su aldea. Habló con sus padres y decidió marcharse y aprender viajando tal y como habían hecho sus antepasados con su valioso objeto familiar. Podría estar en un ¡Plis Plas! en cualquier parte del mundo…
En su largo viaje pudo comprobar que muchos lugares no habían cambiado, las montañas no eran canteras, en las playas no había edificios, los mares estaban limpios. Anselmo descubrió que esos lugares lo protegían gnomos como él, gnomos peruanos, gnomos alemanes, gnomos chinos…
Habló con ellos y averiguó cómo estos gnomos habían conseguido que sus montañas, playas, mares y ríos no cambiarán, que no los destruyeran.
¿Y sabéis cómo los gnomos lo habían conseguido? - les preguntó Albaa los dosniños.
-¡No!- contestaron ellos.
Anselmo se dio cuenta de que estos gnomos no habían dejado de visitar, cuidar y disfrutar su entorno, no habían dejado de estar en la naturaleza. “Las montañas, ríos, mares y playas son de quién los disfruta y cuida” le dijo un anciano gnomo peruano a Anselmo.
Anselmo muy contento volvió a su aldea y decidió dedicarse al trabajo más bonito del mundo: conservar y proteger la naturaleza.
Con su don familiar podría llegar a cualquier lugar en un ¡Plis Plas!. Para que seamos felices hay cosas que no tienen que cambiar- decía Anselmo el Gnomo, muy sonriente.
Y por último, les dijo Alba a Mario y Leonel: Ahora Anselmo es un gnomo viejito viejito y necesita un poco de ayuda para su trabajo, ¿Queréis ayudarle a proteger la naturaleza?
Los niños se miraron y dijeron: - ¡Siiii!.
Muy fácil - les dijo Alba- cuando estéis de excursión en un lugar que os guste mucho y que os sintáis felices y no queráis que cambie ni se destruya, solo tenéis que gritar muy muy fuerte: